Asesinato de los Claretianos de Barbastro
Resumen
Los fusilamientos de los claretianos fueron, junto a la muerte del Obispo, los acontecimientos que más contribuyeron a la articulación de la memoria de la violencia anticlerical y de la represión en la ciudad de Barbastro. El fracaso del golpe de estado en la mitad oriental de Huesca, incluida Barbastro, provocó el hundimiento de los poderes del estado. Los miembros de las nuevas autoridades revolucionarias detuvieron a todos los considerados enemigos de la Republica. Los claretianos, al igual que el resto de los religiosos de la diócesis, regulares o seculares, fueron arrestados en estos primeros días e ingresados en la improvisada cárcel de las Escuelas Pías. La llegada de las milicias desencadenó la represión en la ciudad y, entre los días 2 y 18 de agosto, murieron 51 religiosos claretianos, entre ellos un gran número de seminaristas. El fracaso del golpe de Estado en la mitad oriental de la provincia de Huesca, donde se encontraba Barbastro, tuvo como consecuencia un vacío de poder que abrió la posibilidad a la instauración de la revolución social. La llegada de las milicias marcó el punto de inflexión en la retaguardia republicana aragonesa desencadenando los procesos represivos.
Lugares
Lugar de detención: Seminario de los Claretianos situado entre la calle Costa y las calles del Conde y de Saso Saurina, en el barrio de San Hipólito de Barbastro.
Lugar de encarcelamiento: Colegio de las Escuelas Pías de Barbastro.
Lugar de la muerte: Cementerio de Barbastro
Fecha
Fecha de detención: 20 de julio.
Fecha de muerte: 2 al 18 de agosto
Tipo de violencia
física, detención, privación de la libertad y asesinato. Los 51 claretianos de Barbastro murieron víctimas de la violencia anticlerical desatada en la retaguardia republicana durante la guerra civil española (1936-1939)
Insitución/Agente
Grupos de milicianos
Víctimas
Felipe de Jesús Munárriz Azcona, José María Amorós Hernández, José María Badía Mateu, Juan Baixeras Berenguer, Javier Luis Bandrés Jiménez, José María Blasco Juan, José Brengaret Puyol, Rafael Briega Morales, Manuel Buil Lalueza, Antolín María Calvo Calvo, Sebastián Calvo Martínez, Tomás Capdevila Miró, Esteban Casadevall Puig, Francisco Castán Meseguer, Wenceslao María Claris Vilarregut, Eusebio Codina Millá, Juan Codinach Tuneu, Pedro Cunill Padrós, Gregorio Chirivas Lacambra, Antonio María Dalmau Rosich, Juan Díaz Nosti, Juan Echarri Vique, Luis Escalé Binefa, Jaime Falgarona Vilanova, José Figuero Beltrá, Pedro García Bernal, Ramón Illa Salvía, Luis Lladó Teixidó, Hilario María Llorente Martín, Manuel Martínez Jarauta, Luis Masferrer Vila, Miguel Masip González, Alfonso Miquel Garriga, Ramón Novich Rabionet, José María Ormo Seró, Secundino María Ortega García, José María Pavón Bueno, Faustino Pérez García, Leoncio Pérez Ramos, Salvador Pigem Serra, Sebastián Riera Coromina, Eduardo Ripoll Diego, José María Ros Florensa, Francisco María Roura Farró, Teodoro Ruiz de Larrinaga Gracía, Juan Sánchez Munárriz, Nicasio Sierra Ucar, Alfonso Sorribes Teixidó, Manuel Torras Saís, Atanasio Viadaurreta Labra, Agustín Viela Ezcurdia
Contexto
La orden claretiana fue la más represaliada de todas en la retaguardia republicana durante la guerra civil española, con 271 fusilados. De ellos, 51 encontraron la muerte en Barbastro.
El día 20 de julio, ante el fracaso del golpe de estado en Barbastro, miembros de las nuevas autoridades revolucionarias fueron hasta el Seminario Claretiano. Eran muchos los religiosos detenidos y los encerraron en la cárcel improvisada en el Colegio de los escolapios. Allí compartieron espacio con benedictinos, escolapios, sacerdotes arrestados de la propia ciudad y de otros pueblos, así como el propio prelado de la diócesis. La detención de los religiosos fue general en los primeros días a lo largo y ancho de toda la retaguardia republicana controlando a los considerados cómplices de los rebeldes y enemigos de la República y, para las nuevas autoridades revolucionarias y los miembros destacados de las sindicales, la Iglesia estaba, sin lugar a dudas, con los golpistas. Antes de que el coronel Villalba definiera, el 24 de julio, su apoyo a la República, los religiosos ya estaban encarcelados.
Cuando llegaron las milicias desde Barcelona encontraron a todos ellos agrupados y encerrados, era prácticamente imposible impedir o parar las matanzas de religiosos. El 2 de agosto comienzan los asesinatos de religiosos claretianos en Barbastro. En este primer grupo moriría el superior Felipe Munárriz. Entre las noches del 12 y 13 mueren 37 de ellos, mayoritariamente seminaristas, y Pablo Hall y Atilio Parussini, de nacionalidad argentina e italiana respectivamente, son trasladados a Barcelona y salvan su vida. Las ejecuciones continúan el 15 y finalizan el día 18 de agosto. El clero regular de órdenes masculinas de Barbastro soportó el grado más alto de represión de todas las diócesis aragonesas.
Barbastro tenía un número muy elevado de órdenes religiosas y miembros de estas, sobre todo de la claretiana, cuyo seminario acogía a jóvenes de los pueblos de alrededor y de tierras catalanas. También tenía un pasado de enfrentamientos entre poderes eclesiásticos y civiles, por cuestiones como la propiedad del seminario diocesano, y una arraigada cultura anticlerical en los partidos republicanos de izquierdas y entre los socialistas y anarquistas. Pero lo que explica la violencia anticlerical del verano de 1936 es el vacío de poder generado ante el fracaso del golpe de estado en este territorio, abriendo la posibilidad a la revolución social, apoyada con el avance de las milicias desde tierras catalanas con las que llegará la sistemática represión de estos primeros meses de 1936 en la retaguardia aragonesa.
Memoria de dicha violencia
Desde la inmediata postguerra, la muerte del numeroso grupo de jóvenes claretianos en una misma localidad marcó la memoria del anticlericalismo y de la guerra en la ciudad de Barbastro siendo utilizada por el régimen franquista para articular su propia memoria sobre el conflicto, considerados, junto al resto de los que murieron apoyando o luchando su causa, “mártires de la cruzada”.
La comunidad claretiana recogió testimonios, investigó y documentó los detalles de lo sucedido, plasmándolo en múltiples libros y martirologios. Su muerte ha quedado muy documentada. Desde el 23 de diciembre de 1938, cuando las tropas franquistas entraron en Barbastro, los sacerdotes recogieron información para realizar informes y enviárselos a su diócesis de los hechos ocurridos entre julio de 1936 y el 23 de diciembre de 1938. Un año antes, en 1937, los arzobispos metropolitanos, presididos por Gomá, habían decidido realizar un nomenclátor de las víctimas religiosas. En 1940 se inician las investigaciones para la Causa General, donde también se detallan las muertes de los religiosos y los daños a la propiedad de la Iglesia.
El traslado en procesión de los restos martiriales de los 51 misioneros claretianos se realiza, desde el cementerio a la iglesia del Corazón de María de Barbastro, el 2 de marzo de 1952. Pedro Cantero Cuadrado, nuevo obispo de la diócesis, animó a los fieles a perpetuar la memoria de los mártires. En agosto de 1973 se inauguró un nuevo mausoleo martirial en esa misma iglesia.
Las beatificaciones tardaron un poco más en llegar debido a la oposición a las canonizaciones indiscriminadas durante los papados de Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI, pero esta postura cambió con la llegada de Juan Pablo II quien, el 25 de octubre de 1992, beatificó a los 51 claretianos declarados mártires. Menos de un mes después, el 15 de noviembre de 1992, se inaugura en Barbastro el Museo de los Mártires justo donde estaba ubicado el Seminario Claretiano y junto a la iglesia del Corazón de María. La festividad religiosa en memoria de los religiosos claretianos se celebra el día 13 de agosto cada año. Desde la inmediata postguerra, hasta la actualidad, la memoria de sus muertes forma parte constante del paisaje urbano de la ciudad de Barbastro con rituales, precesiones y lugares de memoria.
La Ley de Memoria Democrática de 2022 (Ley 20/2022, de 19 de octubre) obliga a retirar los símbolos franquistas en España, ampliando las disposiciones de la anterior Ley de Memoria Histórica de 2007, que ya ordenaba a las autoridades a tomar medidas para la retirada de símbolos franquistas en edificios, calles y lugares públicos. En el año 2023 la Diócesis de Barbastro-Monzón mantuvo las listas de víctimas, pero procedió a retirar la simbología franquista, las menciones a caídos por Dios y por España y José Antonio Primo de Rivera de la pared de la Iglesia de San Francisco de Asís y del Cementerio del Cabildo-Catedral.
Bibliografía
Campo Villegas, Gabriel, Esta es nuestra sangre: 51 claretianos mártires. Barbastro, agosto 1936, Madrid: Publicaciones Claretianas, 1990
Casanova Ruiz, Julián, La iglesia de Franco, Madrid, Temas de Hoy, 2001, pp. 295-305
Salomón Chéliz, María Pilar, Anticlericalismo en Aragón. Protesta popular y movilización política (1900 -1939), Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2002, pp. 291-302
Villarrubias, Josep, Nosotros somos testigos: peregrinación a Roma, Madrid, Publicaciones Claretianas, 1992
Dicasterio para las Causas de los Santos. [Consultado el 27 de febrero de 2025]. Disponible en: https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/csaints/index_sp.htm
Mártires Claretianos de Barbastro. [Consultado el 27 de febrero de 2025]. Disponible en: https://www.mártirescmfbarbastro.org
Autoría
Ester Casanova Nuez (Universidad de Zaragoza)