Abolición de la Inquisición

Resumen

El 9 de marzo de 1820, Fernando VII abolía de manera definitiva el tribunal de la Inquisición que había estado operativo en Aragón desde 1485. Con este acto, se ponía fin a una institución símbolo de la intolerancia y la crueldad, que había causado un gran sufrimiento social. El 17 de marzo fue liberado el último prisionero de la Inquisición, Pascual Benedicto, que había estado encarcelado por sus opiniones políticas.

Lugares

Palacio de los Duques de Villahermosa, Calle de los Predicadores, 58, Zaragoza

Fecha

17 de marzo de 1820

Tipo de violencia

Física, prisión

Insitución/Agente

Inquisición

Víctimas

Pascual Benedicto

Contexto

La Inquisición encarnaba la intolerancia, la arbitrariedad y la violencia del Antiguo Régimen. El tribunal había sido criticado por ilustrados europeos y españoles. De hecho, algunos habían sufrido en sus propias carnes la represión de la Inquisición. Este sería el caso de Pablo de Olavide que se había convertido en una verdadera celebridad europea. Tras ser condenado por la Inquisición y permanecer recluido en un convento, el ilustrado limeño pudo escapar a Francia donde fue recibido por la opinión pública como un mártir de la intolerancia.  Durante la Guerra de la Independencia, el Santo Oficio fue abolido por Napoleón en 1808 y por las Cortes de Cádiz en 1813. Dicha institución fue vista como completamente incompatible con el orden constitucional. Por último, otro motivo del odio que despertaba esta institución está en el hecho de que tras su restauración por Fernando VII en 1814 había sido el tribunal encargado de la represión de los liberales. Desde 1759, el Tribunal de la Inquisición tenía su sede en el palacio de los duques de Villahermosa.

En la primavera de 1820, el triunfo de los revolucionarios y la proclamación del nuevo orden constitucional vino acompañado en las principales ciudades de la geografía española de asaltos a las cárceles de la Inquisición. Santiago de Compostela inició este movimiento el 25 de febrero cuando las tropas liberales entraron en la ciudad y liberaron a todos los prisioneros de la Inquisición. El 8 de marzo, tras manifestar su voluntad de jurar la constitución, Fernando VII ordenó liberar a todos los presos que lo fueran “por opiniones políticas”. La población madrileña se dirigió al tribunal y cárcel de la Inquisición y amedrentaron al alcaide para que liberara a los presos que allí se encontraban. Al día siguiente, Fernando VII abolía de manera definitiva la Inquisición y mandaba que todos sus presos fueran liberados. El 10 de marzo, se asaltaron los palacios de la Inquisición en Valencia, Sevilla, Barcelona y Palma de Mallorca.

Según el cronista local Faustino Casamayor, el 17 de marzo se conocía en Zaragoza la abolición de la Inquisición. El coronel José de Uclés acudió al palacio de la Inquisición en la calle Predicadores a poner en libertad al único preso que allí se encontraba, Pascual Benedicto de Elche, por orden de la Junta de Aragón. Algunas personas aprovecharon la ocasión para penetrar en el palacio y llevarse documentación y mobiliario. Según Stefano Ticozzi, se produjeron algunos disparos contra la población desde las ventanas del palacio. Estos altercados habrían hecho que la multitud forzara las puertas de la Inquisición, para tratar de calmar sus ánimos habían liberado algunos presos que habían actuado como guías de los horrores que allí habían vivido. Con mayor o menor violencia, lo cierto es que la cárcel fue saqueada y que al día siguiente tuvieron que publicar en el Diario de Zaragoza un artículo en el que pedían que no se saqueara más el edificio y que devolvieran aquello que se llevaron “más por imprudencia que por malicia”.

Memoria de dicha violencia

La entrada en las sedes de la Inquisición causó una cierta decepción. Su actividad se había reducido considerablemente en el siglo XVIII y su transformación en un tribunal de carácter político había sido incompleta. Sin embargo, su fama seguía causando pánico en la población. En cierta medida hay algunos paralelos entre la toma de los palacios de la Inquisición y la de la Bastilla. No sólo la Inquisición fue comparada con la célebre prisión real francesa, sino que también ambas instituciones penitenciarias fueron vistas por estos actores como símbolos del despotismo. Además, en el momento de su caída, ambas estaban paradójicamente en un momento de cierta debilidad y tanto la Bastilla como la prisión de Madrid contaban con tan sólo siete detenidos. La diferencia estriba en que la Bastilla se convirtió en un momento fundacional y ningún grupo político asumió su defensa, mientras que, en la España del siglo XIX, en el espectro político de la derecha –desde los ultras absolutistas a los conservadores– hubo numerosos alegatos de la Inquisición.

 

Desde la abolición de la Inquisición, se planteó que el espacio dejado en el palacio de los duques de Villahermosa sirviera para instalar cárceles públicas, lo que se logró en 1841 y funcionó como prisión hasta 1939. No queda ningún elemento que recuerde su papel como sede inquisitorial. El 20 de mayo de 1820, Faustino Casamayor señala que se mandaron “picar las armas de la inquisición de las dos puertas de las casas del santo oficio en la calle de predicadores y orilla del Ebro”. Con ello, quedaba eliminado cualquier símbolo externo que conectara el edificio con la Inquisición.

Asalto del palacio de la Inquisición, grabado en José Antonio Llorente, Storia critica della inquisizione di Spagna, compendiata in lingua italiana dal Sig. Stefano Ticozzi, t. VI, Milan, Commercio al Bocchetto, 1820.

Palacio de Villahermosa. Calle Predicadores. Gente José Galiay Sarañana. Archivo Histórico Provincial de Zaragoza

Bibliografía

Alonso Tejada, Luis, Ocaso de la Inquisición en los últimos años del reinado de Fernando VII, Madrid, Zero, 1969.

Casamayor, Faustino, Años políticos e históricos de las cosas más particulares en la Imperial, Augusta y Siempre Heroica ciudad de Zaragoza, 1820-1821, Zaragoza, Comuniter, 2022.

Llorente, José Antonio, Storia critica della inquisizione di Spagna, compendiata in lingua italiana dal Sig. Stefano Ticozzi, t. VI, Milan, Commercio al Bocchetto, 1820.

Rújula, Pedro, Constitución o muerte: el trienio liberal y los levantamientos realistas en Aragón (1820-1823),  Zaragoza, Rolde, 2000

Sobrón Elguea, María del Carmen, Zaragoza, después de su libertad, 1813-1820, Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, 1995, pp. 92-93.

Autoría

Francisco Javier Ramón Solans (Universidad de Zaragoza)