Inautación del convento de los franciscanos en Caspe (1932)

Resumen

El 3 de agosto de 1932, el Ayuntamiento de Caspe ejecutó la incautación del convento de San Agustín, usufructuado por los franciscanos, alegando que el edificio era propiedad municipal y debía destinarse a la instalación de un instituto de segunda enseñanza de carácter laico. Los frailes, que ocupaban el inmueble desde 1889, se opusieron, por lo que el alcalde requirió el auxilio de la Guardia Civil para hacer efectiva la orden. El desalojo provocó una gran división en la población, como reflejaron las dos manifestaciones simultáneas que se produjeron aquella misma tarde: una de protesta, con fieles católicos y conservadores que expresaron su rechazo a la medida; y otra, de apoyo a la decisión del ayuntamiento, protagonizada por republicanos y sectores anticlericales. La tensión fue en aumento hasta el punto que requirió la intervención de la Guardia Civil para restablecer la calma.

Lugares

Caspe, Zaragoza.

Fecha

3 de agosto de 1932

Tipo de violencia

enfrentamiento entre manifestantes partidarios y detractores de la incautación del convento por parte del Ayuntamiento de Caspe

Contexto

Tras la proclamación de la Segunda República en 1931, los gobiernos del primer bienio impulsaron la laicización del Estado y el desarrollo de una educación pública, gratuita y laica con objeto de reducir la influencia de la Iglesia en la vida pública del país, en general, y en la educación, en particular. La Constitución de 1931 estableció la separación entre la Iglesia y el Estado, prohibió la financiación pública de instituciones religiosas y remitió a una futura ley la prohibición de la actividad educativa de las órdenes religiosas. En consecuencia, los ayuntamientos republicanos ya no podían otorgar subvenciones a las órdenes religiosas encargadas de la educación y muchos trataron de recuperar bienes que consideraban de propiedad municipal, pero que estaban usufructuados por la Iglesia, con el objetivo de atender las necesidades educativas de la población.

El convento de San Agustín de Caspe era propiedad municipal desde el siglo XIX: en 1850 una Real Orden había otorgado ese inmueble al municipio para instalar allí escuelas, ayuntamiento u otros fines públicos​. Fue gestionado primero por los escolapios (Padres de San José de Calasanz), y cuando ellos renunciaron, el Ayuntamiento lo cedió en usufructo a los frailes franciscanos en 1889, con una cláusula de reversión al municipio si estos abandonaban la enseñanza o la localidad. Sin embargo, la cesión se había realizado sin la requerida aprobación del Gobierno central, lo que la hacía jurídicamente cuestionable. Según el Ayuntamiento, el edificio seguía perteneciendo al municipio y podía recuperarse en cualquier momento. En 1932, el consistorio republicano, presidido por el alcalde Agustín Cortés, decidió reclamar la propiedad del inmueble para poder ofertarlo al Ministerio de Instrucción Pública como sede para el centro de segunda enseñanza que este había concedido a la localidad. Las razones esgrimidas por el consistorio republicano de Caspe abundaban pues en el derecho de propiedad municipal, el cumplimiento de la nueva legalidad republicana y la necesidad social de mejora educativa en la localidad.

El 30 de julio de 1932, el alcalde interino José Latorre Blasco notificó oficialmente a la comunidad franciscana que debía abandonar el convento en un plazo de tres días. Los frailes se negaron a abandonarlo y solicitaron la presencia de un notario para que levantara acta del desalojo. Ante esta situación, el 3 de agosto de 1932, el alcalde, acompañado de una pareja de la Guardia Civil, se presentó en el convento para ejecutar la incautación, mientras los demás miembros de la Benemérita permanecían expectantes en el cuartel a la vista de la excitación que reinaba entre los sectores políticos derechista y radical-socialista.

La incautación del convento provocó una intensa movilización popular en Caspe. La misma tarde del 3 de agosto, hacia las ocho, se formaron dos manifestaciones simultáneas: una de protesta por la expulsión de los franciscanos, encabezada por fieles católicos y sectores conservadores, que coreaban consignas en apoyo a los franciscanos y exigían la restitución del convento a los frailes; la otra, en contramanifestación, integrada por sectores republicanos, radical-socialistas y obreros de tendencia anticlerical, que defendían la decisión municipal.  Se calcula que participaron unas 700 personas en total en ambas concentraciones. El enfrentamiento verbal entre ambos grupos fue creciendo, con insultos mutuos, vivas y mueras a los frailes y momentos de gran tensión, lo que obligó a intervenir a la Guardia Civil para restablecer la normalidad. La operación se saldó con la detención de cinco manifestantes.

La Iglesia católica reaccionó con indignación. La jerarquía eclesiástica consideraba abusiva la medida, si bien en público actuó con prudencia. Quienes alzaron más la voz fueron los medios de comunicación católicos, tanto en Aragón como en provincias limítrofes. La prensa católica, en especial El Noticiero, publicó artículos en los que criticaba al Ayuntamiento y alertaba sobre la supuesta persecución religiosa que sufrían las órdenes religiosas bajo el régimen republicano. Afirmaciones como estas se habían instalado en el discurso católico desde que José Mª Gil Robles anunció una campaña por la revisión del contenido laicista de la Constitución tras la aprobación de su artículo 26. La movilización católica iría in crecendo a lo largo de la primera mitad del año 1932, a medida que se iba aprobando e implementando la legislación laicista de la República, especialmente en materia educativa.

Sin embargo, el gobernador civil de Zaragoza, Enrique Álvarez Ugena, respaldó la legalidad de la incautación y la actuación del Ayuntamiento. Asimismo, emitió una nota oficial, afirmando que la medida se ajustaba a derecho y puntualizando algunos extremos de las informaciones del diario católico. Finalmente, el 11 de noviembre de 1932 se inauguró el instituto de segunda enseñanza de Caspe “Joaquín Costa”, con presencia en el acto de autoridades civiles y eclesiásticas.

Memoria de dicha violencia

El convento de San Agustín siguió albergando el Instituto Joaquín Costa hasta la ocupación de Caspe por las tropas franquistas en marzo de 1938. La incautación del convento de los franciscanos en Caspe y los disturbios que provocó quedaron superados en la memoria colectiva por las experiencias de la guerra y de la posguerra, marcadas por acontecimientos como la llegada de las columnas procedentes de Cataluña, el impacto de la violencia anticlerical en el Bajo Aragón, la colectivización y la instalación en Caspe de la sede del Consejo de Aragón, así como por la durísima represión franquista.

Si para los sectores republicanos y laicos, la incautación supuso un acto legítimo de recuperación de patrimonio público, así como un avance educativo y social en la construcción de un sistema educativo laico, para los católicos, en cambio, representó un atropello a la religión y la enseñanza cristiana. El régimen franquista revirtió la incautación y devolvió el convento a la orden franciscana, que lo recuperó como centro de enseñanza y formación religiosa. La memoria oficial exaltaba la restitución como una reparación necesaria, mientras que las voces que podían recordar la incautación como un esfuerzo por la educación laica fueron silenciadas, represaliadas o marginadas. En Caspe, como en todo el país, la enseñanza pública quedó bajo la estricta supervisión del Estado y de la Iglesia, y los proyectos educativos laicos impulsados en la Segunda República fueron eliminados.

Ya en democracia, desde la última década del siglo pasado se han realizado estudios y publicaciones que analizan las motivaciones de la incautación de 1932 situándolas en el contexto de las políticas educativas y laicistas de la Segunda República, atendiendo asimismo a las resistencia y movilizaciones contrapuestas que generó, todo ello enmarcado en el conflictivo proceso de secularización que se vivió en la España republicana.

El antiguo convento ya no alberga a los frailes que lo ocuparon durante décadas hasta el 2015. Es propiedad municipal y se ha ido rehabilitando desde los años noventa del siglo pasado para destinarlo a usos culturales. Se ha cerrado de forma simbólica un conflicto que dividió a la comunidad caspolina hace casi un siglo, a la par que se recupera su valor como parte del patrimonio histórico de Caspe.

Ambas en «Caspe, escenario urbano de la guerra civil»

Bibliografía

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Barceló, Amado, “Caspe, 1932: el desahucio de los franciscanos y la apertura del Joaquín Costa (parte II)”, http://amadeobarcelo.es/caspe-1932-el-desahucio-de-los-franciscanos-y-la-apertura-del-joaquin-costa-parte-ii

Salomón Chéliz, María Pilar, Anticlericalismo en Aragón. Protesta popular y movilización política (1900-1939), Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2002, pp. 284-285.

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