Motín anticlerical de julio de 1835

Resumen

Al llegar el verano, el ambiente anticlerical de abril de 1835 no se había extinguido. Tras la represión de un movimiento republicano que llegó al cadalso al teniente Blas Pover se produjo un motín de signo contrario que desató toda su violencia contra elementos clericales. A la salida de misa, el 5 de julio, fue asesinado un empleado de correos, Juan Ortiz de Urbina. Por la tarde el orden se alteró y un grupo de milicianos urbanos y paisanos asaltaron el convento de Santo Domingo, matando a un fraile y saqueando el convento antes de prender fuego al edificio. Otro grupo asaltó el convento de San Agustín y asesinaron a cinco frailes. Finalmente se produjo el asalto del convento de San Lázaro, al otro lado del Ebro donde perdieron la vida tres frailes y un seglar, ayudante de cocina, y el del colegio de la Trinidad, donde murió un fraile.

Lugares

Calle Morata, junto a la iglesia de San Felipe y Santiago

Convento de San Agustín, plaza de San Agustín, en el Coso bajo, actual Centro de historias.

Convento de San Lázaro, en el Arrabal

Colegio de la Trinidad, en la calle de su nombre junto a la antigua Universidad.

Fecha

5 de julio de 1835

Tipo de violencia

física, incendio, saqueo.

Insitución/Agente

milicianos nacionales de Zaragoza.

Víctimas

Juan Ortiz de Urbina, empleado de correos que salía de misa. Un fraile dominico Fr. Jorge Bruna. Cinco frailes agustinos, Fr. Carlos Abás, provincial, Fr. Agustín Orozco, Fr. Tomás Salvador, Fr. Francisco N y el portero del convento. Tres frailes mercedarios, Fr. Antonio Benedicto, Fr. Francisco Aguirre, Fr. Manuel Aznar y Antonio Lacueva, ayudante del cocinero. Y un fraile trinitario, Fr. Patricio Trillo.

Contexto

El gobierno, pese a la matanza de religiosos  en julio de 1834 y en abril de 1835, no estuvo atento a las señales emanadas de la sociedad, como por ejemplo, el tumulto contra Martínez de la Rosa y su posterior dimisión, la caída de la bolsa o las repercusiones económicas de la importación de grano extranjero, ni la población reconoció decisiones gubernamentales como la abolición de la contribución de un millón de reales cargada sobre los aragoneses para continuar las obras del Canal Imperial, ni la supresión de la Compañía de Jesús, entre otras. El ministerio estaba preocupado por la guerra carlista y por los movimientos en la Milicia Urbana que reivindicaba llevar armas también fuera de servicio y admitir en el cuerpo a capas populares de la sociedad.

En la noche del 4 de julio de 1835, el teniente Blas Pover sacó a la calle su compañía, proclamó la Constitución de 1812 y se lanzaron gritos de ¡Viva la República! Muy pronto fue detenido y encarcelado y días después ejecutado. A la mañana siguiente había inquietud en la ciudad. Se ven pasquines y se oyen gritos de ¡Viva la Libertad! ¡Viva la Constitución! Hacia el mediodía un grupo de urbanos y vecinos asesinaron en la calle Morata, junto a la iglesia de San Felipe y Santiago, a Juan Ortiz de Urbina, conocido reaccionario, empleado de correos que salía de misa.

Al comienzo de la tarde, el capitán general ordenó tocar generala para que los urbanos acudiesen a la plaza de San Francisco e implantar de nuevo el orden. Acudieron unos 500 urbanos y paisanos con hachas, picos y trabucos, desobedecieron las órdenes de Álvarez y se distribuyeron por la ciudad. Un grupo fue hacia el convento de Santo Domingo, mataron a un fraile demente que, al oír el alboroto, se asomó a la ventana y le descerrajaron un tiro. A continuación, saquearon el convento, el archivo y prendieron fuego al edificio. Otro grupo se dirigió al convento de San Agustín; asaltaron, saquearon y quemaron el cenobio y murieron cinco frailes, entre ellos el provincial y un agustino que moribundo pidió la extremaunción y uno de los asaltantes le dijo: “yo voy a dártela” y le disparó un tiro.

El convento de San Lázaro, de los mercedarios, ubicado en el arrabal, junto a Altabás fue asaltado y murieron tres frailes, uno de ellos un joven corista de 16 años, que huyendo cayó por un pozo y se estrelló en el claustro. También murió “cosido a puñaladas” un seglar, ayudante del cocinero del convento, escondido debajo del fregadero. Tampoco se libró del asalto el colegio de la Trinidad, junto a la Universidad, que fue atacado y saqueado. Murió un fraile y el resto de la comunidad escondida por diversas dependencias del convento se libró de la muerte.

En agosto se erigió una Junta de gobierno, esto es, un poder popular que no reconocía a las autoridades, y decidió cerrar todos los conventos y la transformación de los bienes inmuebles en bienes nacionales; con otras palabras, acordó la desamortización eclesiástica

Los motines de abril y julio-agosto de 1835 no fueron espontáneos. Había una ira larvada en la sociedad española que se hacía presente. Tras la muerte de Fernando VII comenzaron a darse tímidos pasos políticos hacia una sociedad liberal: orden sobre ayuntamientos para que dejasen de depender del subdelegado del gobierno, creación de la Milicia Urbana, promulgación del Estatuto Real, creación del ministerio del Interior, supresión de la Inquisición. Pero también se abrieron puertas para otros cambios económico-sociales, como, por ejemplo, abolición de gremios, supresión de provisión de beneficios eclesiásticos, o la creación de la Junta eclesiástica que prohibió la admisión de novicios en las instituciones religiosas. Frente a todo esto, estaba presente la guerra carlista.

Todos estos cambios afectaron al ámbito jurídico-político pero los fundamentos económicos, la propiedad de la tierra, seguía donde estaba. Y aquí es donde entra en juego la Milicia Urbana y cobran sentido los movimientos anticlericales ya que las instituciones religiosas de cualquier tipo ejercían un control económico, político e incluso social sobre la población y personal y poseían gran parte de la propiedad de la tierra. En esta complicada y tupida trama hemos de ver, conocer y analizar la violencia anticlerical de 1835.

Memoria de dicha violencia

No se conserva.

Bibliografía

Lafoz Rabaza, Herminio, Los años decisivos. Milicia y revolución burguesa en Zaragoza, 1834-1837, Zaragoza, Institución “Fernando el Católico”, Diputación Provincial de Zaragoza, 2016

Franco de Espés, Carlos, Los motines y la formación de la Junta Revolucionaria de Zaragoza en 1835, Zaragoza, Institución “Fernando el Católico”, Diputación Provincial de Zaragoza, 1981

Muns y Castellet, Francisco, Los mártires del siglo XIX, Barcelona, Imprenta Elzeviriana y Librería Camí, S.A., 1888

Autoría

Carlos Franco de Espés y Pedro Rújula (Universidad de Zaragoza)