Los Morlans: víctimas de la cruzada contra los evangélicos
Resumen
Pablo y Antonio Morlans Abadía fueron fusilados en Jaca en 1936. Pertenecían a una de las familias más comprometidas con la comunidad evangélica local (IERE) y estaban vinculados políticamente a Izquierda Republicana. Su ejecución no fue solo una represalia ideológica, sino también un ataque simbólico contra el protestantismo en la ciudad. Desde comienzos del siglo XX, Jaca había albergado una comunidad evangélica organizada en torno a la Misión Francesa del Alto Aragón, con una iglesia y unas escuelas dirigidas por el pastor Salvador Ramírez. La represión tras el golpe de Estado de julio de 1936 cerró templos y espacios educativos evangélicos, persiguió a sus líderes y forzó a muchas familias al exilio interior. El asesinato de los hermanos Morlans, seguido de la muerte del pastor Ramírez en 1937, selló el desmantelamiento de la comunidad protestante visible en Jaca. Este episodio encarna cómo la violencia franquista no solo aniquiló a personas, sino también proyectos sociales y religiosos alternativos.
Lugares
Cementerio de Jaca (Huesca)
Fecha
1936-1937
Tipo de violencia
Represión física, cierre de templos y escuelas, exilio forzado.
Insitución/Agente
Autoridades franquistas locales, con apoyo de sectores de la Iglesia católica.
Víctimas
Comunidad evangélica de Jaca, especialmente, los hermanos Morlans Abadía.
Contexto
La comunidad protestante española, minoritaria y arraigada sobre todo en núcleos urbanos y algunas zonas rurales del norte peninsular, había experimentado un cierto crecimiento desde finales del siglo XIX gracias a la labor misionera y pedagógica de iglesias como la Evangélica Española o la Misión Francesa. En regiones como Aragón, y particularmente en Jaca, estas iglesias se habían implantado con cierta fuerza social, educativa y simbólica. La iglesia evangélica de Jaca, vinculada a la Misión Francesa del Alto Aragón, mantenía desde principios del siglo XX un templo y una escuela protestante, actuando como núcleo espiritual y cultural de una pequeña pero activa comunidad disidente tanto religiosa como, en muchos casos, ideológicamente cercana al republicanismo y al reformismo social.
La Segunda República (1931-1936) trajo un marco legal más favorable para las confesiones no católicas, que aprovecharon para consolidarse y ganar visibilidad. Sin embargo, esta breve etapa de tolerancia se vio brutalmente interrumpida con el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y el inicio de la Guerra Civil. El bando sublevado, legitimado por la jerarquía católica, consideró enemigos no solo a los militantes de izquierda, sino también a toda forma de religiosidad no católica. En este contexto, los protestantes fueron objeto de una represión doble: por sus creencias y por sus vínculos, reales o supuestos, con la República.
En Jaca, el fusilamiento de los hermanos Antonio y Pablo Morlans Abadía cuando contaban con 23 y 20 años respectivamente, miembros activos de la Iglesia Evangélica Reformada Española y vinculados a Izquierda Republicana, fue uno de los primeros golpes represivos. Con ellos, se quebraba el pilar social que sostenía la comunidad evangélica local. El cierre de la iglesia y de las escuelas, la muerte del pastor Salvador Ramírez en 1937 y el desplazamiento forzoso de muchas familias hacia Zaragoza, buscando el anonimato y la supervivencia, ejemplifican el proceso represivo que se llevó a cabo en numerosas localidades del país.
Durante el franquismo, los protestantes quedaron relegados a la semiclandestinidad. Aunque no fueron ilegalizados formalmente tras la guerra, vivieron décadas de vigilancia, discriminación legal, exclusión del sistema educativo y laboral, y hostigamiento policial. El culto protestante fue confinado al ámbito doméstico, y cualquier manifestación pública fue interpretada como una amenaza a la unidad espiritual de la nación. Solo a partir de los años 60, con el aperturismo del régimen y la influencia internacional, se inició un tímido reconocimiento legal, consolidado tras la Constitución de 1978. La historia de la represión contra los evangélicos, como la de otras disidencias religiosas y políticas, sigue siendo una memoria incompleta, que requiere ser visibilizada y contextualizada dentro de la historia de la intolerancia en España.
Memoria de dicha violencia
Como muchos otros episodios similares de la época, la represión contra la comunidad evangélica de Jaca fue silenciada durante el franquismo y es desconocida por la inmensa mayoría del público general. Los hermanos Morlans sí que fueron recordados y homenajeados a través del monumento que se inauguró el 10 de abril de 2010 en la parte nueva del cementerio de Jaca, donde se erigió la obra “En memoria de los fusilados jacetanos”, obra del artista local Pablo Valdevira, sufragada por el Ayuntamiento de Jaca. Sin embargo, en ninguno de los documentos y estudios disponibles sobre los mismos se menciona que fueran evangélicos. La memoria de estos hechos ha sido preservada principalmente en círculos familiares y en el seno de la comunidad evangélica.
Bibliografía
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Vilar Ramírez, Juan Bautista, “Los protestantes españoles ante la guerra civil (1936-1939)”, Cuenta y razón, nº21, 1985, pp. 213-230.
Autoría
Isabel Escobedo Muguerza (Universidad de Zaragoza)